SOBRE LEOPOLDO DE LUIS

La obra de Leopoldo de Luis

Selección de poemas incluida en la obra:
Leopoldo de Luis. Libre voz. Antología poética (1941-2005).
Edición de Sergio Arlanis. Cátedra. Letras Hispánicas.

Alba del hijo (1946)

Alba del hijo en los paisajes
de enamorada geografía.
El corazón, que es también niño,
a tu claror se precipita:
quiere arrancarse de lo oscuro,
ir a la luz que te avecina.

Alba del hijo. Un azul nuevo
traspasa todo hacia tu día,
multiplicado de esperanzas,
y de zozobras y alegrías.
Un azul nuevo tiñe el aire
que la emoción nueva respira.

Alba del hijo. El alma quiere
como olvidarse de sí misma
y reencontrarse en los espejos
verdes del tiempo renacida.
Y en el piano del ensueño
brota con claras notas íntimas,
en nuevas formas de ternura,
una ancestral música antigua.

Alba del hijo. Ella te espera
con un temblor de emoción viva
porque sus ríos riegan dulces
de un nuevo cuerpo ya la arcilla,
la enredadera que se abraza
al árbol joven de su vida.

Alba del hijo. Y yo te espero
con la emoción más sorprendida.

Huésped de un tiempo sombrío (1948)

Vivir es morir un día
sobre la tierra desnuda,
dejar bajo la luz cruda
la luna del pecho, fría.
Vivir es esta agonía
de querer ser como un río
y ser un cauce vacío,
alas de barro sin vuelo.
Habitar, brasas en hielo,
huésped de un tiempo sombrío.

Vivir es ancla en la arena
de amargo mar, cementerio
de la rosa y cautiverio
de ensangrentada azucena.
La luna desencadena
su pasión sobre las olas.
Verdes y níveas corolas
de espumas el pecho abrazan.
No navega: lo atenazan
las tristes algas, a solas.

La vida: triste alga oscura,
collar, dogal para el vuelo
de un albatros ya sin cielo,
abatido por la altura.
Solo la roca clausura
este paisaje desnudo:
un mar de sangre, hosco y mudo,
las rotas alas enreda,
alto, triste y frío rueda
Selene su rojo escudo.

Oh roca que el dulce viento
desgarra con la caricia.
Eso eres: roca propicia
a todo desgarramiento.
Vida: luminoso aliento
de rosas. Mas si en la piedra
solo se aferra la yedra
¿Dónde hincar uñas, raíces?
¿Dónde, flor que simbolices
vida, sin morir te arredra?

Oh paisaje desolado,
inhóspita y negra playa.
La luna su esquife encalla
de muerto metal varado.
Mísero espectro abrazado
a la humana costra impura,
habita, isla de amargura,
huésped de un tiempo sombrío.

Amar fue un sueño baldío.

Solo la lágrima es pura.

Los imposibles pájaros (1949)

Abril pone su claro
milagro en el paisaje,
su adolescente rosa
de luz sobre la tarde.
La flor y la pureza,
el tibio amor del aire
todo vuelve en las alas
de pájaros fugaces.

Pero ayer yo era otro
por este mismo parque
de lo que perdí, nada
volverá con las aves.
La cigüeña celeste,
blanca cruz en el aire.

La golondrina negra
llena de claridades,
pájaros que devuelven
pubertad al paisaje.

Pero lo que he perdido
nunca lo traen las aves.

Aquel niño no tiene
hoy su mirada de antes.
El corazón vestirse
de almendros ya no sabe.
¡Abril!, ¡Abril!, gritaba
Pero si Octubre abate
con sus manos oscuras
los verdes alminares …
Lo que se pierde, ¿siempre
retorna con las aves?
¿Cómo al rosal la rosa?
¿Cómo la brisa al sauce?

Pájaros imposibles
de anidar en mi sangre.
Oh plumas que no logran
sostenerse en mi aire.
Pájaros imposibles.

Lo que he perdido nunca
volverá con las aves.

SOLEDAD

El hombre sufre siempre solo.
No hay amor. No hay amor. El hon1bre apenas
hermano de su igual se reconoce,
y el triste solo con su angustia yerra.

Qué inmensamente solo está el que llora
en medio de la fría, oscura tierra.

Apenas lo más bajo, lo que anima
la humana forma externa,
da su instinto animal que une la carne
y el toro turbio de los odios frena.

Cuando bajo el silencio de los astros
al hombre y la mujer solos se encuentran
frente a la eternidad , en la alta noche,
nada más que un designio sordo en huellas
de estremecida carne los asiste,
solo un primario instinto los acerca.

Pero el que sufre, sufre siempre solo.

Inmensamente solo está el que llora
bajo la imperturbable luz de las estrellas.

Los horizontes (1951)

OSCUROS HOMBRES

Oscuros hombres, vamos a la luz
vamos a remontar los hoscos sueños.
Sé que lleváis irremediablemente
un tigre encadenado en vuestro pecho.

Pasivos agonistas de una vida
que sorda pasa y os escuece dentro
como un río de sal por vuestras venas,
como una roja ortiga en vuestro ceño.

Montón de soledades asediadas
por la injusticia, por el hambre, el miedo.
Solitarias angustias, hombres solos,
vamos, hacia la luz, a comprendernos.

Acaso la verdad, arriba, bate
sus alas cerca; abajo, acaso, lejos.
Acaso dentro de nosotros mismos
vuela, y llevamos nuestro propio cielo.

Tal vez amor. Tal vez se niegue el árbol
a florecer desde su pobre leño.
Absorto el hombre, estéril la ternura
los ojos, puras fuentes, están secos.

Tal vez el corazón solo es de tierra
y falta llanto para darle riego.
Tal vez si nos herimos las pupilas
liberadora lágrima alumbremos.

Oscuros hombres: vamos a la luz.
Solitarios alzáis vuestros silencios,
vuestro rencor, vuestra sombría nada,
vuestros helados y terribles fuegos.

A la impávida luz de la amargura
mirémonos: vamos a comprendernos.

ESTÁIS CIEGOS

No queréis ver. Se ciega cuando duele
la luz, pero la luz es ascua viva.
Apartáis la verdad porque es de lumbre
y el alma nos lacera y las pupilas.
A veces creéis ver sombras lejanas,
tristes fantasmas que os atemorizan,
y no queréis saber que son reflejo
de vuestra propia imagen fugitiva.
No veis que el hombre marcha hacia la nada
y que su frente como un sol se eclipsa.
Que la miseria como un mar se vuelca
sobre la humana y solitaria orilla.

Que el rencor alimenta ocultos perros
y ara en un lento corazón de ortigas.
Que en las hoscas raíces de la tierra
late una fuerza forestal cautiva
como en los blancos huesos afligidos
un odio que ensombrece las mejillas.
No queréis ver pisando sobre el rostro
del hombre la injusticia,
los caballos de fuerza, los inútiles
cadáveres, las ruinas,
los trigales sin pan, la sima en donde
como piedra el amor se precipita.
No lo queréis saber, pero hay un fénix
para surgir del lodo y la ceniza.
Porque no queréis ver que el hombre puede
ser un fragmento de gigante víscera,
trozo de un corazón único y múltiple
latiendo sobre el llanto, hacia la vida.
Cerrad, cerrad los ojos. Todo en vano
Dios vela todavía.